Ella mecía la cuna admirando como el simple echo de crear un lugar donde muchas cosas lleguen, hacían de un país un bebé que crecía a pasos atronadores, pero eso le gustaba. Paso su dedo por la mejilla del niño durmiendo mientras sus parpados anochecidos daban a conocer noches duras en su vida. Era solitario y arduo, pero el echo de verle moverse le decía que era lo más hermoso. Ya no llevaba el corazón en el pecho, se había deshecho de los corazones. No tuvo ni siquiera el pensamiento de botarlas, solo las dejo ocultas, como los buenos recuerdos que eran y comenzó a dedicarse a su nuevo país, a su pequeño país, al cual ya había invitado a la liebre y al sombrerero, pero todos debían cruzar el umbral mientras sus vestimentas y su aspecto era cambiado, los reales que entraban en Nightland deberían renacer en sus tierras, dejando todo en fotos, recuerdos que les darían a entender quienes era. Solo ellos podían ir a los portales para ver el otro país. En un suspiro jadeo, el peque