Posesivamente dulce

No es como si fuese un deseo del todo sexual, era más un deseo de piel. No me refiero a una sedienta caricia íntima que sopla la tela de alguna polera o falda. No, esta vez era que salía del funesto cuerpo a cuerpo que se revolcaba de libido.

Le mire casi con suplica, y al hablar note en mi misma la voz gastada intentando ser pueril cuando en realidad estaba muriéndome de la vergüenza.


- Oye, dormirías conmigo una noche? - 

Esa fue la rama de olivo, la propuesta que sirve de ofrenda a nuestro encuentro. Claro que hubo sexo de por medio, era algo asiduo entre nuestros cuerpos tan confiados el uno del otro. Pero no fue eso lo que necesitaba, por eso no lo creo de importancia para mencionarlo.

Su cuerpo yacía desnudo. Maldición, el cuerpo de una mujer que quieres es algo hermoso, entre las curvas y las cicatrices. Entre el cabello y los labios entre abiertos. A pesar de eso, yo ya no le veía, estaba dándole la espalda. 

La mano se deslizó por la cadera, subió rectando por el vientre hasta tomar uno de mis senos. El acto tierno y posesivo que más deseaba. Ansiaba ese acto de dormir sintiéndome perteneciente a mi querida amada, la unión del pecho con la mano. A un acto de violencia del dolor, a una caricia del placer.

Esa sencilla acción evocaba el amor del momento, aunque no dijese algo, aunque me dijese que no significaba nada para ella, era ese acto el que me hacía confiar de su corazón.




Aprendí en su lecho ese acto, y una vez en otra cama trate de imitarlo, pese a que ese cuerpo no me brindaba de su desnudez siempre. Subí mi mano hasta cernirla a su pecho. El pezón se endureció y su boca trémula concibió una pregunta:

- Qué haces? - 

- Nada - Musite - Sólo quiero dormir así contigo, tiene algo de malo? - 

- No...pero... - 

Con algo de desanimo suelto mi agarre y relajo los músculos, ya no quiero dormir a su lado y extrañamente pienso en ella. Que a gusto era su lecho....


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