una noche con el desterrado

 Dicen que cuando un ángel pierde una de sus alas debe bajar al mundo humano a encontrar la que le hace falta para poder renacer, el ala se crea de esas buenas acciones y hermosas vivencias que se tengan, pero qué pasa si siendo un ángel en el mundo terrenal sin un ala te encuentra con un desterrado de los cielos?

Lo supe desde que lo conocí, cuando nuestros ojos se cruzaron la primera vez, sus ojos casi negros con los míos azules. Y fue como decaer en un torrente de emociones conocerte, desde un inicio la química de nuestros cerebros reaccionaba al otro con una fuerza de atracción que superaba los límites humanos. Quise creer que simplemente me estaba dejando consumir por los fuegos del infierno que me pretendían con tu sonrisa, pero yo mismo estaba sucumbiendo a tus palabras, a tus ojos, a tus miradas, a tus roces....a tu cuerpo....

Esa noche no fue distinta mientras escuchaba la puerta cerrarse tras de tí al entrar en mi cuarto.

- Satoru...estas despierto? - Sé que percibiste mis ojos en el velo nocturno que nos cubría - Lo estás...lo suponía, me esperabas, no? - 

Claro que esperaba a ese chico después de que había estado casi dos días en una misión que no me dejaba ni siquiera escribirle un mensaje, me tenía enfermo de la locura de verlo.

- Apresúrate, o simplemente no vengas - Respondí, más que enojado ansioso de sentirlo.

Entonces abro las sábanas y lo veo desprenderse de sus ropas y llegar a mi solo en boxer, al igual de como estoy yo. Sabía que llegaría esta noche, sabía lo que quería hacer con él esta noche...

Él es perspicaz y solo de ingresar a la cama me estampa contra el colchón y me roba uno de esos besos que me hacen cerrar los ojos y percibir el cielo de donde alguna vez vine. Su boca se come la mía con una ferocidad dada por el tiempo del deseo. Apreso su espalda con ambas manos, acariciando la escápula como si pudiera sentir sus alas negras entre mis dedos.

Muerde mi cuello e involuntariamente mis caderas rozan las suyas en busca de un contacto más íntimo de pelvis con pelvis. El roce se siente bien y pronto su boca esta en mi pecho, mordiendo mis pezones y haciéndome gemir, ni reconozco la voz con la que este hombre me hace pronunciar su nombre. Baja a través de mi vientre poco a poco hasta la ingle, dejando a su paso marcas que jamás sabría cómo argumentar. Mi cuerpo se estremece bajo el simple contacto de mi piel y su lengua.

- Hoy estás impaciente....me gusta - El susurro sobre mi piel me hace mover mis caderas y sé que lucha contra su erección que ya debe resultar dolorosa.

Siento como baja mi boxer y mi pecho sube y baja de una manera irregular con la expectativa que lama mi sexo, y lo hace. Lo hace desde la punta hasta la base, como si su boca se abriera suave como una flor al engullir toda la extensión de mi cuerpo. Quiero que me profane de tantas maneras distintas que me entrego al placer que pueda darme.

- Suguru.... - Mi voz ya no la reconozco cargada de ese deseo infame de la carne sobre la mente.

Sus manos se untan en algo viscoso que siento en mis bajos ingresando con un dedo que me hace apretar la mandíbula de placer. Ser estimulado por ambos lados me trae demasiadas descargas a mi cerebro. Su dedo se mueve siendo acompañado por otro posteriormente. Pronto ya no puedo esperar que venga hacia mi.

- Satoru....estoy en mi límite.... - Susurra esta vez a mi oído y yo aferre sus cabellos casi jalandolos indicando que puede hacer un desastre de mi.

Siento su erección ingresando en mis entrañas y mi boca se queja de una manera descarada, que necesidad de que sus manos estén en mi, que hagan que llegue al clímax. Sus caderas desatan un frenesí sobre las mías y encajamos a la perfección mientras él dice cosas lascivas en mi oído.

Al terminar ambos satisfechos del acto carnal, como un excelente y caballeroso amante limpia todo mis partes para una noche tranquila, pero no todo puede ser una ensoñación del líbido.

- Mañana te daré una de mis alas y regresarás al cielo....allá te necesitan - Esa fue la frase con la que tuve que dormir acunado en su pecho y con un nudo en la garganta, porque sabía que no podría tener otra noche con mi desterrado.


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